
-A enamorarte- se
paró a pensar por un minuto y... era verdad. Se dedicaba a eso.
Nunca
le gustó su trabajo pero, había que reconocer que ganaba suficiente dinero con
una sola chica. Él, trafica con sonrisas. Por cada tía que enamora llevándola a
la cama, cobra. Y sí, para que mentir, sus ojos oscuros y su boca perfecta le ayudan.
-¿Y que pasa si no lo consigues?- sonrió
mirándole a los ojos, ingenua. Ella no sabía que las palabras que esbozaba John
eran totalmente ciertas.
-Siempre lo consigo- añadió
mientras le retiraba el pelo de la cara, colocándoselo detrás de la
oreja.
El
frío de la pared no molestaba a la espalda de John, quizá hasta le gustaba.
Pero ella, sin embargo, se recostaba sobre el amplio y musculado pecho de él,
rodeada de calor.
Esa
chica no era como las demás y él, lo sabía. Era la primera vez en toda su vida
laboral que tenía miedo a hacer daño a alguien, en este caso, a esa joven de
pelo largo oscuro y ojos verdes.
¿Qué
pasaría si esta vez, el pequeño traficante de sonrisas, se enamora?